Lesión Tendinitis Rotuliana: Síntomas y Tratamientos

Introducción 

La tendinitis rotuliana, también conocida como “rodilla de saltador”, es una lesión frecuente en nuestra clinica de fisioterapia en Alicante que afecta al tendón que conecta la rótula (hueso frontal de la rodilla) con la tibia. 

Este tendón es fundamental para los movimientos de extensión de la pierna, como saltar, correr o subir escaleras. Cuando se somete a un uso excesivo o a microtraumatismos repetidos, puede inflamarse y causar dolor localizado en la parte anterior de la rodilla. En nuestra clínica de fisioterapia en Alicante notamos que es especialmente común en deportistas que practican disciplinas de salto, baloncesto, voleibol o atletismo, aunque puede aparecer en cualquier persona activa.

La tendinitis rotuliana suele manifestarse al principio como una molestia leve, pero si no se trata adecuadamente puede evolucionar a un dolor persistente que limita la actividad física y la calidad de vida. 

Para esta lesión de rodilla, reconocer los síntomas y buscar un tratamiento temprano es clave para evitar complicaciones. En este artículo, te explicamos en detalle qué es la tendinitis rotuliana, sus causas, síntomas y las mejores opciones de tratamiento y prevención.

Síntomas de la tendinitis rotuliana

La evolución del dolor en la tendinitis rotuliana sigue un patrón progresivo. En las primeras etapas, el dolor se presenta solo después de la actividad física y no suele limitar la movilidad. Sin embargo, a medida que la afección progresa, el dolor aparece tanto durante como después de la actividad, dificultando la práctica deportiva y las tareas diarias. 

En fases avanzadas, el dolor se vuelve constante y puede llegar a ser incapacitante, impidiendo incluso actividades sencillas y afectando la calidad de vida. Además, es común que el dolor aumente al subir o bajar escaleras, agacharse o permanecer mucho tiempo sentado con la rodilla flexionada.

Junto al dolor, la tendinitis rotuliana puede acompañarse de otros síntomas. Es frecuente notar inflamación o hinchazón en la zona inferior de la rótula, así como una sensación de rigidez en la articulación, especialmente después de periodos de inactividad o al despertar por la mañana. 

El tendón afectado puede volverse más grueso al tacto debido al engrosamiento progresivo que ocurre cuando la lesión se vuelve crónica. También puede aparecer hipersensibilidad al presionar la zona y debilidad muscular en la pierna afectada, lo que reduce la fuerza y la estabilidad de la rodilla.

En algunos casos, los pacientes experimentan una limitación funcional, es decir, dificultad para mover la rodilla con normalidad o para realizar movimientos que antes eran sencillos. Esta pérdida de movilidad puede ir acompañada de una sensación de inestabilidad o de que la rodilla “falla” al hacer ciertos esfuerzos. 

En situaciones avanzadas o crónicas, la inflamación y el dolor persistentes pueden provocar una disminución del volumen muscular, sobre todo en el cuádriceps, y una mayor rigidez articular.

En resumen, los síntomas más característicos de la tendinitis rotuliana son:

Causas y factores de riesgo

Los deportes que implican saltos frecuentes, como el baloncesto o el voleibol, son los que más riesgo suponen, pero también pueden verse afectados quienes practican running, ciclismo o actividades con cambios bruscos de ritmo. Además, una técnica deportiva inadecuada, como saltar o correr de forma incorrecta, aumenta la presión sobre el tendón y favorece la aparición de la lesión.

Existen otros factores que pueden aumentar el riesgo de tendinitis rotuliana. Los factores anatómicos, como tener pies planos, una mala alineación de la rótula o diferencias en la longitud de las piernas, pueden generar una sobrecarga en el tendón. Las enfermedades metabólicas, como la diabetes, también debilitan los tendones y dificultan su recuperación. Por otro lado, los desequilibrios musculares (cuando unos músculos de la pierna están más fuertes o rígidos que otros) y la falta de flexibilidad pueden hacer que el tendón trabaje de más y se lesione antes.

Diagnóstico de la tendinitis rotuliana

El diagnóstico de la tendinitis rotuliana comienza con una exploración clínica detallada. El médico evalúa la historia del paciente, los síntomas y realiza una palpación de la rodilla para identificar el dolor localizado justo debajo de la rótula.

También se observa si hay engrosamiento del tendón, limitación del movimiento o dolor al flexionar y extender la rodilla. Es importante comparar ambas rodillas para detectar diferencias y descartar otras causas de dolor, como bursitis o lesiones óseas.

Para confirmar el diagnóstico y valorar la gravedad de la lesión, se utilizan pruebas de imagen. La ecografía es la técnica más accesible y permite visualizar el tendón en tiempo real, detectando desgarros, engrosamientos o zonas inflamadas. 

Es especialmente útil para observar cambios en la estructura del tendón y guiar tratamientos como la electrólisis percutánea. La resonancia magnética se reserva para casos más complejos o cuando es necesario descartar otras patologías. Esta prueba ofrece imágenes detalladas del tendón y de los tejidos circundantes, permitiendo identificar lesiones crónicas, degeneración o daños más profundos.

Un aspecto clave en el diagnóstico es diferenciar entre tendinitis y tendinosis. La tendinitis implica inflamación aguda del tendón, generalmente por una lesión reciente y reversible. 

En cambio, la tendinosis es una degeneración crónica del tendón, donde hay daño en las fibras y menos inflamación visible, lo que puede requerir un tratamiento diferente. 

Aunque los síntomas pueden ser similares, la ecografía y la resonancia magnética ayudan a distinguir ambos procesos, lo que es fundamental para elegir el tratamiento adecuado y prevenir complicaciones. Un diagnóstico preciso y temprano mejora el pronóstico y facilita la recuperación completa.

Tratamiento de la tendinitis rotuliana

El tratamiento de la tendinitis rotuliana debe ser individualizado y progresivo, comenzando por el reposo relativo y la adaptación de la actividad física. 

Es fundamental evitar los movimientos que provocan dolor, especialmente saltos, carreras o ejercicios de alto impacto, pero sin dejar la pierna completamente inactiva. El reposo se combina con la aplicación de frío local para reducir la inflamación y el dolor.

La fisioterapia es el pilar del tratamiento. Incluye ejercicios excéntricos, que fortalecen el cuádriceps alargando el tendón rotuliano, sentadillas controladas y ejercicios de equilibrio y propiocepción para mejorar la estabilidad de la rodilla. 

Estos ejercicios deben realizarse bajo supervisión profesional y adaptarse a la fase de la lesión. El estiramiento de los músculos de la pierna y el fortalecimiento progresivo ayudan a recuperar la función y prevenir recaídas.

En casos más resistentes o crónicos, se pueden emplear terapias avanzadas como la electrólisis percutánea, que utiliza una corriente eléctrica para estimular la regeneración del tendón dañado, o la neuromodulación, que ayuda a reducir el dolor y mejorar la función. 

Otras técnicas, como la terapia manual, ultrasonido, ondas de choque o electroterapia, también pueden ser útiles como complemento.

El uso de medicamentos antiinflamatorios, como ibuprofeno o naproxeno, ayuda a controlar el dolor y la inflamación en las fases agudas. En algunos casos, se pueden utilizar corticoides tópicos o infiltraciones, aunque su uso debe ser limitado y siempre bajo indicación médica.

La cirugía solo se reserva para los casos graves o crónicos que no mejoran con el tratamiento conservador. Puede realizarse por artroscopia o cirugía abierta, y su objetivo es eliminar tejido dañado y estimular la curación.

El tiempo de recuperación varía según la gravedad, pero suele oscilar entre varias semanas y varios meses. La constancia en el tratamiento y la rehabilitación es clave para una recuperación completa y segura.

Prevención

Prevenir la tendinitis rotuliana es posible si se siguen algunas pautas sencillas y se presta atención a los hábitos deportivos y de actividad física.

El primer paso clave es realizar siempre un buen calentamiento antes de cualquier ejercicio. Los estiramientos dinámicos preparan los músculos y tendones para el esfuerzo, mejoran la circulación y reducen el riesgo de lesiones. Dedicar unos minutos a movilizar las piernas y a activar la rodilla puede marcar la diferencia.

La técnica deportiva también es fundamental. Aprender y mantener una técnica correcta al saltar, correr o realizar movimientos repetitivos evita sobrecargar el tendón rotuliano. 

Si tienes dudas, consulta con un entrenador o fisioterapeuta para corregir errores y adaptar los ejercicios a tus necesidades. Además, el fortalecimiento muscular es esencial: trabajar los músculos del muslo, especialmente el cuádriceps y los isquiotibiales, ayuda a proteger la rodilla y distribuir mejor las cargas durante la actividad física.

Elegir un calzado adecuado es otro aspecto importante. Unas zapatillas con buena amortiguación y soporte reducen el impacto sobre la rodilla y previenen el desarrollo de lesiones. Cambia el calzado cuando notes desgaste, ya que las suelas viejas pierden capacidad de absorción.

No menos importante es respetar los tiempos de descanso y la progresión en el entrenamiento. Aumentar la intensidad o la duración del ejercicio de forma gradual permite que los tendones se adapten y se fortalezcan poco a poco. Evita los aumentos bruscos y escucha las señales de tu cuerpo: si sientes dolor o molestias, reduce la carga y descansa.

Complicaciones de la tendinitis rotuliana no tratada

Si la tendinitis rotuliana no se trata adecuadamente o se ignora, pueden surgir complicaciones graves que afectan la movilidad y calidad de vida:

1. Tendinosis crónica
Cuando la inflamación inicial (tendinitis) persiste, el tendón sufre degeneración progresiva. Esto se conoce como tendinosis crónica: el tejido se debilita, pierde elasticidad y desarrolla microdesgarros acumulados. Los síntomas empeoran: el dolor aparece incluso en reposo, la rigidez se vuelve constante y la recuperación requiere tratamientos más largos y complejos.

2. Rotura del tendón
En casos avanzados, el tendón debilitado puede romperse total o parcialmente. Esto ocurre por:

  • Traumatismos bruscos (ejemplo: una zancada mal apoyada durante el deporte).
  • Degeneración previa (tendinosis no tratada).
    La rotura causa dolor agudo, incapacidad para extender la rodilla y caminar. Requiere cirugía inmediata y hasta 6 meses de rehabilitación. Factores de riesgo incluyen edad avanzada, uso de corticoides o quinolonas, y enfermedades como diabetes.

3. Limitación funcional persistente
La inflamación crónica puede generar:

  • Atrofia muscular (debilitamiento del cuádriceps).
  • Rigidez articular que reduce la flexión de la rodilla.
  • Inestabilidad al caminar o subir escaleras.
    Esto limita actividades cotidianas y deportivas, aumentando el riesgo de nuevas lesiones. En algunos casos, la recuperación total no se alcanza, requiriendo adaptaciones permanentes.

Prevención de complicaciones

  • Intervención temprana: Tratar el dolor inicial con fisioterapia y reposo relativo evita la cronificación.
  • Fortalecimiento progresivo: Ejercicios excéntricos y estiramientos mejoran la resistencia del tendón.
  • Control médico: En casos persistentes, técnicas como electrólisis percutánea o cirugía minimizan riesgos.

La clave es no subestimar el dolor inicial y buscar atención profesional ante los primeros síntomas